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Cuando comienza la primavera, muchas personas se sienten decaídas a nivel físico y mental. “Astenia” es un término médico que significa “cansancio” y, por extensión, la astenia primaveral es una sensación de fatiga y agotamiento que experimentamos a veces con el cambio de estación.  No se considera una enfermedad sino un trastorno adaptativo. Afecta con más frecuencia a las mujeres que a los hombres y se calcula que un tercio de la población la ha sufrido alguna vez en su vida.

¿Qué provoca la astenia primaveral?

Se piensa que los cambios bruscos de temperatura y la transición al nuevo horario provocan cambios en los biorritmos que se manifiestan en una pérdida de energía y apatía.

Además, con la llegada de la primavera se alteran los niveles de algunos neurotransmisores y hormonas como las endorfinas y la serotonina. A su vez, el aumento de la luz solar estimula la liberación de melatonina, una hormona que favorece el sueño.

¿Cuáles son sus síntomas?

Los síntomas más comunes de la astenia primaveral son:

  • Fatiga generalizada
  • Apatía
  • Somnolencia
  • Falta de apetito
  • Cambios de humor, por ejemplo irritabilidad o desmotivación.
  • Disminución de la líbido
  • Dificultades para concentrarse.
  • Sensación de mareo
  • Dolor de cabeza
  • Estrés y ansiedad

En la mayoría de las personas estos síntomas desaparecen por sí solos en unas semanas que es el tiempo que tarda el cuerpo en habituarse a los cambios. Pero en individuos que sufren algún trastorno de tipo emocional (depresión, estrés, ansiedad, etc.), el malestar puede acentuarse. En estos casos el acompañamiento psicológico es una ayuda para afrontar mejor las situaciones y superar el estrés adaptativo.

¿Qué podemos hacer para superar la astenia primaveral?

Aunque los síntomas de la astenia primaveral son leves y pasajeros, podemos hacer que se hagan más llevaderos si seguimos algunos hábitos saludables.

  • Cuidar la dieta: es necesario llevar una alimentación sana y variada. Evita el consumo de alimentos procesados y aumenta la ingesta de vitaminas y minerales.
  • Hidratarse correctamente: al subir las temperaturas, sudamos más y el organismo necesita más líquidos. Trata de beber al menos ocho vasos de agua al día y reduce el consumo de café y alcohol.
  • Practicar ejercicio: el ejercicio físico libera endorfinas, unas sustancias que se unen a los receptores del sistema nervioso central y nos proporcionan sensación de bienestar y relajación.
  • Mantener unas rutinas y horarios fijos: es importante fijarse unos horarios para las comidas y el descanso. Esto ayudará a estabilizar los ritmos circadianos, favoreciendo la adaptación gradual al nuevo horario.
  • Respetar las horas de sueño: la astenia primaveral afecta a la producción de melatonina, una hormona que controla el sueño, provocando desajustes. Para evitarlo conviene tratar de dormir las horas necesarias (de 7 a 8), cenar una hora antes de irse a la cama y mantener la habitación a una temperatura agradable.
  • Evitar el estrés: trata de eludir aquellas situaciones que son fuente de ansiedad y desasosiego. Además, puedes dedicar unos minutos del día a practicar la meditación o ejercicios de control de la respiración.

En el caso de que la fatiga sea persistente o aparezcan nuevos síntomas, es recomendable acudir al médico para descartar otras patologías.

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