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El 2 de mayo se celebra el Día Internacional de la lucha contra el acoso escolar para poner el foco en este este tipo de violencia, que afecta a millones de niños y jóvenes de Educación Primaria y Secundaria en todo el mundo.

Esta iniciativa fue presentada por primera vez en 2013 por el Dr. Javier Miglino, fundador de la ONG Bullying sin Fronteras, y aprobada por la UNESCO ese mismo año.

Según datos recogidos por UNICEF, uno de cada tres menores en todo el mundo sufre acoso escolar. El principal objetivo de este día es erradicar la violencia entre los estudiantes y conseguir unas escuelas seguras, en las que los menores puedan formarse y crecer en un clima de respeto.

¿Qué es el bullying o acoso escolar?

El acoso escolar es un tipo de violencia física o verbal que se ejerce en un grupo de menores y en el cual la víctima sufre amenazas, hostigamiento o agresiones físicas. No se trata por lo tanto de una broma ni de conductas aisladas sino de acciones abusivas que se perpetúan en el tiempo.

Podríamos decir además que el bullying es un mal de nuestra sociedad actual pues, aunque siempre han existido los matones en el colegio, en los últimos años el fenómeno se ha disparado con lamentables consecuencias en la vida de los menores y su entorno familiar. Muchos niños y adolescentes sufren a diario maltrato físico y psicológico por parte de sus compañeros de aula. A veces los agresores utilizan las tecnologías como las redes sociales o la mensajería móvil para llevar a cabo sus acciones; en este caso hablamos de ciberacoso.

Tipos de acoso escolar.

El acoso escolar no se limita a los actos de violencia física, sino que puede adquirir formas más sutiles e indirectas como las agresiones verbales, las burlas, la manipulación o la difamación.

tipos de acoso escolar

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Identificamos los siguientes tipos de acoso escolar:

  • Exclusión social: el objetivo es aislar a la víctima del resto de sus compañeros, apartándola de las actividades compartidas en el centro.
  • Agresión física directa: empujones, patadas, etc. Es más frecuente en la educación primaria que en la secundaria.
  • Agresiones indirectas: romper objetos personales, robar, etc.
  • Agresiones verbales: insultos o menosprecios hacia la víctima, intentando ridiculizarla en todo momento.
  • Ciberacoso: utilización del móvil o las redes sociales para amenazar u hostigar a la víctima.
  • Acoso sexual: el agresor utiliza la manipulación o el chantaje para conseguir de su víctima algún acto de tipo sexual.

¿Cuáles son las señales de alarma?

Normalmente cuando un menor manifiesta que es víctima de acoso escolar y nombra a sus maltratadores, ya lleva mucho tiempo (incluso años) padeciendo esa situación.

A día de hoy la comunidad educativa y las familias están cada vez más informadas sobre el acoso escolar, pero todavía queda mucho por hacer. En algunos casos los educadores o los padres normalizan estos comportamientos pensando que “son cosas de niños”. En consecuencia, el menor puede sentir una indefensión tan fuerte que podría llegar a atentar contra su vida, ya que no ve salida a su situación y se siente solo, sin apoyos.

Por lo tanto, familiares y educadores deben estar pendientes de algunas de las siguientes señales de alerta que suelen ser indicativo de un caso de violencia en las aulas:

  • Fracaso escolar
  • Niveles de ansiedad muy elevados
  • Fobia a ir al colegio
  • Depresión
  • Baja autoestima
  • Intentos de suicidio
  • Alteraciones del sueño (terrores nocturnos)

Acoso escolar, dominancia social y valoración de la violencia.

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Normalmente pensamos que en una situación de acoso escolar sólo participan la víctima y el agresor o agresores, pero en la mayoría de las veces que se producen estas acciones también están involucradas otras personas. El papel de los testigos/ espectadores es muy importante ya que por acción directa o indirecta pueden impedir o favorecer el acoso entre iguales.

Varios estudios han señalado que los niños en edad escolar suelen ver al agresor como una figura popular en su grupo social (LaFontana y Cillessen, 1998). El comportamiento violento le permite al agresor afianzar su liderazgo dentro del grupo y a su vez le predispone a desarrollar conductas delictivas en la edad adulta. Es muy probable que el éxito de sus acciones lo lleve a normalizar la violencia en otros ámbitos de su vida como la familia o el trabajo.

El bullying, como cualquier otro comportamiento social, es modelado a partir del proceso de socialización. Aquí entran en juego dos nociones con amplio recorrido en la Psicología clínica: el autoconcepto y la autoestima.

El autoconcepto hace referencia a la percepción que el individuo tiene de sí mismo. Es un constructo multidimensional y fuertemente vinculado al proceso de socialización. Durante este proceso creamos imágenes estereotipadas de otros sujetos y de nosotros mismos. Por otra parte, el concepto de la autoestima se refiere al modo en que las personas se evalúan a sí mismas en concordancia con el éxito o fracaso de sus acciones para alcanzar los objetivos que se proponen.

Podemos utilizar estos dos conceptos para entender la problemática del bullying: una situación en la que el autoconcepto se vincula con una identidad social dependiente de grupos dominantes, mientras que la autoestima se puede entender como la evaluación de pertenencia a dichos grupos por parte del individuo.

Si el comportamiento agresivo tiende a la búsqueda de estatus, este puede verse reafirmado con la valoración positiva por parte del grupo social.

En este terreno la intervención de los educadores es útil para reducir la incidencia del bullying o acoso escolar. La clave está en crear espacios de interacción que promuevan comportamientos no agresivos y otras vías alternativas de reconocimiento social. Por ejemplo, en la literatura anglosajona se propone fomentar el rendimiento académico como principal factor de reconocimiento, aunque este no es el único camino. Además, la cultura institucional también debería fomentar valores como la inclusión.

A día de hoy la mayoría de los centros educativos cuentan con protocolos de prevención e intervención frente al acoso escolar que llevan aplicándose desde hace varios años con éxito, y si bien muchos de ellos se implantan a nivel regional, todos coinciden en señalar la importancia de una acción coordinada por parte de todos los actores de la comunidad educativa.

El rol del psicólogo escolar.

El psicólogo escolar es un profesional capacitado para asesorar y servir de refuerzo al personal docente en situaciones de conflicto. Pueden proporcionar formación a los maestros y educadores en temas como el bullying y enseñarles diferentes técnicas para ayudar a los alumnos con problemas de conducta.

Los alumnos que son víctimas de acoso escolar pueden contar con este primer apoyo en el centro educativo. Además, el Ministerio de Educación y Formación Profesional tiene un teléfono de atención 24 horas para atender este tipo de casos. Es el 900 018 018 (no deja registro telefónico) y está atendido por profesionales formados en el ámbito de la Psicología, trabajadores sociales, juristas y sociólogos.

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