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“La Psicología no es sólo el estudio de la debilidad y el daño, es también el estudio de la fortaleza y la virtud. El tratamiento no es sólo arreglar lo que está roto, es también alimentar lo mejor de nosotros” (Martin Seligman, 2003).

Al finalizar la Segunda Guerra Mundial la Psicología profundizó en su función terapéutica, centrándose en el estudio de las patologías causantes del sufrimiento humano. Así, se crearon modelos de intervención para abordar diferentes traumas. Sin embargo, para algunos investigadores este enfoque era muy limitado. Antes de la guerra la Psicología no se ocupaba únicamente de la curación de los trastornos mentales sino también de aspectos como la inteligencia o de las características de la personalidad que nos predisponen a ser felices.

La Psicología Positiva trata de recuperar estas preocupaciones. Su objeto de estudio es el bienestar psicológico y la felicidad del hombre, sus fortalezas y virtudes. Se centra tanto en los comportamientos individuales como en las relaciones, grupos y organizaciones; de hecho, algunos investigadores del campo de la Psicología Positiva trabajan con economistas y sociólogos para comprender mejor los aspectos socio-económicos que se relacionan con el bienestar.

¿Cómo surgió la Psicología Positiva?

Los orígenes de la Psicología Positiva se remontan a los filósofos griegos como Aristóteles que en sus escritos abordó el tema de la εὐδαιμονία o felicidad.

Ya en el siglo XX la Psicología Humanista de Carl Rogers o Abraham Maslow profundizó en esta noción.

Carl Rogers (1951) introdujo el concepto de autorrealización. En su libro On becoming therapist’s view of psycochotherapy afirmó que en la naturaleza humana está presente el deseo de autorrealizarse. La autorrealización es el “impulso que se aprecia en todas las formas de vida orgánica y humana: expandirse, extenderse, adquirir autonomía, desarrollarse, madurar; y es la tendencia a expresar y activar todas las capacidades del organismo”.

Algunas personas llegarán a este funcionamiento óptimo gracias al desarrollo personal, mientras que otros lo alcanzarán mediante la intervención psicoterapéutica.

Según Rogers las personas con un funcionamiento óptimo de la personalidad cumplen con una serie de características:

  • Apertura a la experiencia
  • Viven con plenitud.
  • Actúan en base a sus propias convicciones.
  • Son responsables de sus conductas.
  • Avanzan con seguridad en su proceso de autorrealización.

Maslow (1970) profundizó en este último concepto de autorrealización aclarando que tiene lugar cuando las necesidades básicas (fisiológicas, seguridad, pertenencia y amor) están cubiertas. Analizó la conducta de personajes históricos y de personas vivas de su época llegando a la conclusión de que existen una serie de características comunes en las personas que se sienten autorrealizadas:

  • Conciencia ética
  • Honestidad
  • Libertad
  • Tolerancia
  • Confianza y auto-aceptación

También explica que la autorrealización no significa perfección sino un mejor funcionamiento.

Con todo, y a pesar de que la Psicología Humanista fue precursora de la Psicología Positiva, no existían protocolos de tratamiento ni estaba validada empíricamente.

A continuación, te hablaremos de un psicólogo estadounidense al que consideran el padre de Psicología Positiva: Martin Seligman, quien en la década de los 90’ analizó desde el punto de vista científico aquellos aspectos que influyen en el bienestar psicológico del ser humano.

La felicidad desde la perspectiva de la Psicología Positiva.

En su libro Felicidad auténtica (2002) Seligman habla de tres aspectos esenciales para la felicidad:

  • Vida placentera: una vida basada en emociones positivas como la alegría o la gratitud. Su disfrute es subjetivo.
  • Vida comprometida: se basa en un estado de flujo en el que enfocamos nuestras capacidades a un objetivo determinado.
  • Vida con significado: consiste en dedicar nuestro esfuerzo a algo más grande que nosotros mismos, algo que cambie el mundo o que logre una diferencia positiva.

El bienestar en la Psicología Positiva.

Seligman retoma este tema en su libro Florecer (2011). Aunque el bienestar está ligado a la felicidad, esta tiene un estado pasajero y al ser un constructo meramente subjetivo, esto dificulta su análisis científico.

En su modelo PERMA habla de cinco elementos clave para el bienestar:

modelo PERMA

  • Positividad: tener un punto de vista optimista sobre el pasado, el presente y el futuro.
  • Relaciones positivas: familiares y sociales.
  • Compromiso: implica un estado de flujo en alguna actividad.
  • Significado: tener un propósito en la vida.
  • Metas: ponernos objetivos a corto y largo plazo y alcanzarlos.

Entre todos estos elementos, las relaciones intrapersonales se perciben como el factor de más peso asociado al bienestar psicológico.

La importancia de ser optimistas.

Si bien las emociones positivas son fugaces, tienen consecuencias a largo plazo en la vida de las personas ya que colaboran en la construcción de recursos personales y en las conexiones sociales.

Según Seligman cuando se experimentan emociones positivas se modifica la forma de pensar y de actuar.

Por eso, el optimismo es una de las mayores fortalezas del ser humano donde se asienta su bienestar y sus expectativas sobre el futuro. Se relaciona con estrategias de afrontamiento favorables frente a las adversidades, una socialización satisfactoria y habilidades para encontrar sentido a las experiencias vividas.

Por lo general, las personas optimistas tienen mayor autoestima y control de las situaciones. Mantienen sus metas y sueños vivos y son capaces de movilizar sus recursos para conseguir lo que desean.

No es nada extraño que la Psicología Positiva tenga tantas aplicaciones, por ejemplo, en el ámbito educativo, laboral, clínico… Ahora que la palabra “resiliencia” se ha puesto tan de moda, no debemos olvidar la importancia de trabajar en nuestras fortalezas para hacer frente a los problemas y ser más felices.

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