Skip to main content

Cada 8 de octubre celebramos el Día Internacional de la Dislexia, una fecha clave para tomar conciencia sobre este trastorno del aprendizaje que afecta al rendimiento académico en los niños y al desempeño laboral en la edad adulta.

¿Qué es la dislexia?

La OMS (1997) define la dislexia como un trastorno del aprendizaje cuyo “rasgo principal es una dificultad específica y significativa en el desarrollo de las habilidades para la lectura que no puede explicarse únicamente por la edad mental, problemas de precisión visual o una escolarización inadecuada. La capacidad para la comprensión lectora, el reconocimiento de palabras escritas, la lectura oral y la realización de tareas escritas están afectadas. Las dificultades en el deletreo a menudo se mantienen en la adolescencia incluso después de que se haya realizado algún progreso en la lectura y frecuentemente se relacionan con trastornos específicos de la lectura. Comúnmente, los trastornos del desarrollo específicos de la lectura van acompañados de una historia previa de alteraciones en el desarrollo del habla y del lenguaje siendo frecuentes la asociación de problemas emocionales y de la conducta durante el periodo escolar”.

Existen diferentes tipos de dislexia, siendo este uno de los trastornos más comunes que afecta a los niños en edad escolar y al 10% de la población mundial (también según datos de la OMS).

Hoy en día sabemos que, exceptuando los casos de dislexia adquirida, existe un componente neurobiológico y hereditario, por lo que es probable que padres con dislexia tengan también hijos con esta condición.

¿Cómo se diagnostica la dislexia?

Existen diferentes profesionales que pueden evaluar si un niño o adulto tiene dislexia: psicólogos escolares, psicólogos clínicos y neuropsicólogos.

El apoyo familiar es muy importante para reforzar la confianza del menor, brindarle la comprensión que necesita y ayudarle a ver sus talentos y capacidades.

Algunos síntomas de que podrían advertir los padres o tutores de un niño con dislexia son los siguientes:

  • Dificultades para leer y escribir con fluidez.
  • Déficits en el dominio del lenguaje oral (disfasia y trastorno específico del lenguaje).
  • Problemas de comprensión.
  • Léxico limitado.
  • Dificultades para prestar atención.
  • Cambio en el orden de las letras (disgrafía).
  • Errores de cálculo (discalculia).
  • Problemas de orientación temporal (discronía).
  • Dificultades de coordinación psicomotriz (dispraxia).

Para hablar de dislexia o de cualquier tipo de trastorno del aprendizaje estos síntomas deben ser mantenidos en el tiempo. El diagnóstico y tratamiento deben ser efectuados siempre por un profesional.

Es importante no desatender las dificultades a las que se enfrentan los niños y adolescentes en edad escolar o achacar su bajo rendimiento a la falta de disciplina. Los trastornos del aprendizaje no diagnosticados pueden ocasionar depresión, estrés, baja autoestima y trastornos alimenticios. Además, una dislexia no tratada es una posible causa de abandono escolar.

Tipos de dislexia

Existen diferentes tipos de dislexia dependiendo de su origen y de las áreas del cerebro involucradas en el aprendizaje de diferentes destrezas.

En primer lugar, distinguimos entre las dislexias adquiridas que aparecen como consecuencia de una lesión cerebral concreta y las dislexias evolutivas que tienen un componente neurobiológico y hereditario. Existen diferentes hipótesis sobre el origen de estas últimas.

Hipótesis fonológica o auditiva

Es una de las hipótesis más influyentes y que adquirió relevancia sobre todo a partir de los años ’80. Según esta hipótesis las dificultades para leer y escribir se basan en un impedimento para asociar un grafema con su correspondiente fonema. Según Serniclaes (2001) los disléxicos poseen muchas representaciones no pertinentes o afónicas y tienen dificultades para categorizar los fonemas, probablemente debido a anomalías en el córtex posterior del lóbulo temporal izquierdo.

En contraste con la hipótesis fonológica, Galaburda y Kemper (1979) opinan que estos déficits se relacionan con anomalías microscópicas en el córtex auditivo y en las áreas frontales y perisilvianas. Esta hipótesis se apoya en el hecho de que al reducir la velocidad del habla y mejorar la vocalización de los fonemas, la capacidad de comprensión de los disléxicos es comparable a la de personas que no sufren este trastorno.

 

Hipótesis visual

Los autores que apoyan esta hipótesis (Valdois 2003, Bosse 2007) afirman que los sujetos disléxicos poseen una menor amplitud visuoatencional y no pueden procesar tantos elementos como otros lectores. Estos déficits se relacionan con respuestas anómalas del lóbulo parietal inferior que tienen una repercusión sobre las capacidades lectoras, sobre todo aquellas relacionadas con el dominio de la ortografía y de la fonología.

Normalmente, los niños que sufren este tipo de dislexia no tienen problemas para leer palabras regulares, pero sí para leer palabras irregulares o en otro idioma (por ejemplo, en inglés). La capacidad lectora disminuye cuando aumenta la longitud de las palabras.

Hipótesis del aprendizaje

Según Nicolson y Fawcett (2007) la dislexia se relaciona con una anomalía de los procesos sensoriales y motrices que intervienen en el transcurso de la lectura y escritura, lo que podría revelar un funcionamiento anómalo en el cerebelo lateral.

Estas dificultades podrían darse en el aprendizaje del lenguaje (dislexia), en las habilidades psicomotoras (dispraxia) o en ambos.

Teoría mangnocelular

Según esta hipótesis propuesta por Stein (2001) la dislexia podría tener su origen en un déficit cerebral multifocal originado en las células magnocelulares. Los déficits fonológicos serían secundarios.

¿Qué podemos hacer para ayudar a las personas con dislexia?

Comprender la naturaleza de este trastorno del aprendizaje es clave para ayudar a los niños con dislexia a adquirir nuevas destrezas y capacidades.

Es importante entender que la dislexia no está relacionada con un coeficiente intelectual (CI) bajo. Las personas disléxicas son tan inteligentes como las demás, incluso algunos estudios señalan que suelen ser más creativas.

Los niños disléxicos muestran escasa flexibilidad para adaptarse a los cambios y suelen tener problemas para planificar y organizar tareas. Sin embargo, aprenden mejor con técnicas de estudio que reducen el contenido verbal y se apoyan más en lo visual: mapas mentales, fichas, esquemas…

Algunas medidas que se deben integrar en el sistema educativo para ayudar a los alumnos con dislexia:

  • Formar al profesorado en las necesidades educativas especiales.
  • Disponer de protocolos de detección y diagnóstico en edades tempranas.
  • Trabajar por un sistema de enseñanza basado en las inteligencias múltiples y no sólo en la memorización.
  • Adaptar los instrumentos de evaluación a niños con necesidades educativas especiales.
  • Combatir el bullyng y tratar a las personas disléxicas con empatía para alcanzar una sociedad más inclusiva.

Escribir un comentario

¿Necesitas ayuda?