Septiembre y octubre son los meses del año en los que se producen más separaciones y rupturas de pareja. La convivencia estrecha durante los meses de verano hace aflorar conflictos cronificados y no resueltos.
Las vacaciones son algo así como la “prueba del algodón” para las parejas mal avenidas. Muchos ven esta etapa de ocio y relax como una oportunidad para recuperar sus relaciones, pero cuando existen dificultades para gestionar los problemas, un cambio de escenario no va a solucionar las cosas. El porcentaje de parejas que acude a terapia es aún pequeño, pero muchas veces merece la pena explorar esta posibilidad. Un psicólogo de pareja no influirá en nuestras decisiones, simplemente nos ayudará a trabajar en aquellas habilidades necesarias para solucionar conflictos. En el caso de que no sea posible recuperar la relación, contribuirá a que la ruptura sea menos traumática.
Causas frecuentes de las crisis de pareja al terminar las vacaciones.
La tolerancia a los problemas se reduce en vacaciones donde parece que todo debe ser perfecto como en un feed de Instagram. En la vida real se dan situaciones que a menudo son fuente de conflictos:
- Cada miembro de la pareja tiene más tiempo libre para reflexionar en lo que le disgusta del otro.
- La rutina, el trabajo y la vida social ocultan incompatibilidades que salen a la luz al pasar más tiempo juntos.
- La intimidad sexual no es satisfactoria y las vacaciones no ayudan a reavivar la pasión.
- Aparecen desavenencias en la educación y cuidado de los hijos.
- Las personas acostumbradas a pasar tiempo solas pierden parte de su espacio personal.
- El síndrome del estrés post-vacacional hace mella en los planes de pareja y en el deseo sexual.
- Pueden aparecer discusiones y situaciones estresantes por diferencias con la familia política.
Estrategias de afrontamiento frente a los problemas de pareja.
La mayoría de las parejas que acuden a terapia tienen más o menos claras las razones que los llevan a la consulta del psicólogo, pero no saben cómo cambiar el rumbo de la situación.
Algunos de los juicios que hacen con frecuencia son: “mi pareja no me escucha”, “mi pareja no me entiende” o “mi pareja no me valora lo suficiente”.
Existen tres habilidades comunicativas en las que podemos trabajar para solucionar estos problemas.
Escucha activa
Saber escuchar es muy importante, pero en muchas ocasiones nos centramos demasiado en nuestros propios pensamientos en lugar de escuchar activamente al otro.
La escucha activa requiere de nosotros un esfuerzo cognitivo. Debemos poner el foco en las ideas, sentimientos y pensamientos de la persona que nos habla sin juzgar. Para esto tiene que existir una predisposición psicológica y prestar atención al contenido del mensaje. Además, debemos observar los signos de expresión no verbal: contacto visual, gestos, etc.
Empatía
Los conflictos emocionales son más difíciles de afrontar cuando existe un vínculo entre las personas. No somos capaces de desconectar de nuestras propias emociones para conectar con las de los demás.
La empatía es una habilidad comunicativa relacionada con la escucha activa. Tiene un componente cognitivo: ponernos en el lugar de la otra persona, entender sus circunstancias; y otro componente emocional: identificar las emociones de la otra persona.
La empatía requiere un procesamiento intelectual de la situación sin prejuicios, con respeto y comprensión. Si haces continuos reproches, si te cuesta abandonar tu perspectiva para cambiar de enfoque, si simplificas los problemas de los demás… tal vez necesitas trabajar tu empatía.
Validación emocional
Después de la escucha activa y la empatía, la tercera habilidad importante para resolver conflictos de pareja es la validación emocional. “Validar” es aceptar y dar por válido aquello que la otra persona siente. Por tanto, la validación emocional no es otra cosa que comunicar aceptación hacia otro individuo.
Las personas necesitamos sentirnos entendidas, valoradas y aceptadas. De este modo, la validación emocional mejora las relaciones interpersonales y la confianza en la pareja.
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