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La inmigración es uno de los fenómenos que más está transformando las sociedades actuales tanto en los países receptores como en los países de origen. Los movimientos migratorios tienen una serie de repercusiones psicológicas, sociales, culturales y económicas que es necesario entender.

La gestión con éxito del proceso migratorio implica la búsqueda de fórmulas que faciliten la convivencia y el bienestar de todos los grupos implicados.

La Psicología tiene como misión ofrecer un enfoque constructivo e integrador. También puede servir para desarrollar estrategias preventivas ante situaciones de conflicto.

¿Qué se entiende por “aculturación”?

 

Desde su llegada al país receptor, la persona inmigrante se enfrenta a cambios ambientales, culturales, económicos, políticos y sociales. Al proceso de enfrentar estos cambios asimilándolos o rechazándolos es lo que llamamos “aculturación”.

El primero en hablar del proceso de aculturación fue Graves (1967) y lo define como un “conjunto de transformaciones internas y conductuales experimentadas por el individuo que está participando en una situación de contacto con una nueva cultura”.

El psicólogo canadiense John Widdup Berry (1989) habló de cuatro formas de aculturación posibles tras la llegada del inmigrante al país receptor:

  • Asimilación: el inmigrante toma como preferencia los valores y las normas del país receptor abandonando los de su identidad de origen.
  • Integración: el inmigrante conserva características de su cultura, pero participa también de la cultura del país receptor.
  • Segregación: el inmigrante no trata de establecer relaciones con el grupo mayoritario y busca reforzar su identidad autóctona.
  • Marginalización: ocurre cuando el inmigrante pierde su identidad cultural autóctona y, al mismo tiempo, no tiene derecho a participar en la cultura y los valores del grupo dominante.

El modelo expuesto por Berry es de gran interés desde el punto de vista de la psicología intercultural ya que permite analizar el proceso de aculturación en diversos niveles sociales, grupales e individuales.

Schmitz (1994) se basa en este modelo propuesto por Berry y lo contrasta con las llamadas “dimensiones básicas de la personalidad” (neurocentrismo, extraversión y psicoticismo). Así llega a la conclusión (después de analizar los patrones de conducta y el modelo de aculturación en inmigrantes de diferentes países) de que los indicadores de neurocentrismo (ansiedad, depresión, timidez, baja autoestima) involucran una mayor propensión a la segregación y menor propensión a la integración o asimilación. Por el contrario, los rasgos relacionados con la extraversión (sociabilidad, vitalidad, asertividad) se relacionan positivamente con la integración y negativamente con la segregación y asimilación. Por último, los indicadores de psicoticismo (agresividad, frialdad, egoísmo, impulsividad) suponen una tendencia mayor a la segregación que a la integración.

Tiempo después Cantor-Graae & Selten (2005) señalaron la importancia de un factor llamado “derrota social” que es determinante en la adaptación psicológica y sociocultural de los inmigrantes. Circunstancias como el racismo, la exclusión o unas condiciones de vida precarias podrían convertirse en factores de riesgo en el desarrollo de trastornos mentales entre la población inmigrante. De ahí la importancia de poner en marcha medidas de intervención social que garanticen el bienestar de estas personas.

¿Qué es el choque cultural?

 

El choque cultural hace referencia a las dificultades para adaptarse a un entorno cultural distinto.

Las personas inmigrantes se encuentran en un entorno cambiante y con características diferentes a las que estaban acostumbrados. Aspectos como las creencias, las normas, los roles de género o los valores culturales entran en conflicto con aquellos heredados de sus países de origen, ocasionando el llamado “choque cultural”.

Normalmente se experimenta después de vivir unos meses en el nuevo país de destino y se hace más intenso cuanto más diferentes sean las normas sociales del país actual frente al país de origen.

El antropólogo Kalervo Oberg distinguió cuatro etapas dentro de este proceso:

  • Luna de miel: idealización de la nueva cultura. Las diferencias se perciben como positivas e incluso emocionantes.
  • Negociación: en esta etapa se contrastan ambas culturas y se empiezan a percibir los aspectos más negativos de la cultura del país receptor. Aparecen emociones como la irritabilidad o la ansiedad.
  • Ajuste: a medida que pasa el tiempo la persona se adapta a las nuevas costumbres y es capaz de verlas de modo objetivo.
  • Adaptación: asimilación de las nuevas costumbres como una rutina. Algunos autores llaman a esta etapa “biculturalismo”.

El duelo migratorio y el drama humanitario de los refugiados.

En la actualidad nos enfrentamos a una crisis humanitaria sin precedentes en la que millones de seres humanos están abandonando sus países de origen a causa de la guerra y la violencia generalizada.

Los refugiados son probablemente los inmigrantes que tienen más dificultades para enfrentar el proceso migratorio, antes y después de su partida.  Esto se debe a los sucesos traumáticos que han vivido, a los que se unen otros acontecimientos vitales estresantes y de larga duración: el abandono de sus hogares, alejarse de los seres queridos, pérdida del patrimonio y del trabajo, destrucción de las redes sociales de apoyo o abusos de las mafias. Son vivencias con gran impacto en la salud mental que requieren muchas veces de apoyo psicológico.

Para abordar estas cuestiones nos basamos en la “Guía para la Intervención Psicológica con Inmigrantes y Refugiados” elaborada por el Colegio de Psicólogos de Madrid en colaboración con la Universidad de Sevilla y la Clínica Universitaria de Psicología de la Universidad Complutense. Esta guía fue creada en el año 2015 cuando se produjo el éxodo masivo de los refugiados sirios y más de doscientos psicólogos sanitarios colaboraron con la atención de este colectivo.

¿Cuáles son los principales aspectos de la salud mental que se deben abordar en el caso de las personas refugiadas?

duelo migratorio

  • Cuestiones relacionadas con el proceso de adaptación.
  • Pérdidas o duelo migratorio.
  • Eventos traumáticos.

Proceso de adaptación

La acomodación al nuevo contexto cursa con múltiples respuestas de hiperactivación. Las reacciones más frecuentes a nivel psicológico son:

  • Cognitivas: preocupación, incertidumbre, pensamientos catastrofistas.
  • Emocionales/ fisiológicas: ansiedad, miedo, inseguridad. A nivel físico pueden aparecer síntomas como insomnio, trastornos digestivos o migrañas.
  • De comportamiento: actitud defensiva, conductas agresivas, inhibición en la toma de decisiones.

Proceso de duelo

Se presenta ante la sensación de pérdida de algo considerado como querido (por ejemplo, la separación de los amigos y del núcleo familiar). También puede ser la pérdida del patrimonio o del hogar. La repercusión de estas pérdidas es proporcional a la importancia que se le otorga a aquello que se perdió.

Normalmente las reacciones de un proceso de duelo son:

  • Cognitivas: confusión, incredulidad, falta de concentración.
  • Conductuales: trastornos del sueño, pérdida del apetito, aislamiento social.
  • Emocionales: ansiedad, tristeza, enfado, sentimientos de culpa.
  • Físicos: falta de aire o debilidad muscular.

Eventos traumáticos

Es posible que algunas de estas personas hayan sufrido experiencias traumáticas e incluso hayan visto peligrar su vida. La respuesta ante el trauma dependerá de la intensidad de esas vivencias.

Algunos síntomas habituales de las experiencias traumáticas son:

  • Cognitivos: pesadillas o flashbacks sobre los sucesos traumáticos, problemas de concentración y de atención, dificultades para recordar esos acontecimientos.
  • Emocionales: miedo, ansiedad, irritabilidad, fatiga mental y física.
  • Conductuales: evitar situaciones que recuerdan el suceso traumático, consumo de alcohol y fármacos, aislamiento social.

Estas reacciones pueden convertirse en un problema si interfieren en el ámbito social, laboral o familiar de la vida del paciente.

Algunas estrategias de intervención recomendadas en adultos serían:

  • Activación conductual y organización del tiempo: tiene como finalidad evadir los pensamientos negativos e incapacitantes. Se planifican actividades agradables haciendo énfasis en los reforzadores del estado de ánimo. Paralelamente, se trabaja sobre las cogniciones negativas desde una perspectiva operante.
  • Técnicas de relajación: control de la respiración, entrenamiento autógeno, meditación, técnicas de biofeedback. Reducen los síntomas indeseables de activación emocional.

Otras metodologías se basan en potenciar aquellos factores ambientales que favorecen la integración de la persona inmigrante en el país de destino.

  • Fomentar los recursos personales que facilitan la adaptación.
  • Crear vínculos con otras personas.
  • Establecer metas y trazar un plan para conseguirlas.
  • Fomentar la expresión de las emociones a través de técnicas narrativas.
  • Poner en contacto a la persona inmigrante con las instituciones que pueden ayudar a satisfacer sus necesidades.

Casos que pueden necesitar atención especializada.

En ciertas ocasiones las manifestaciones psicológicas pueden agravarse, sobre todo cuando el sufrimiento es demasiado elevado. Algunas situaciones que pueden requerir de un abordaje terapéutico especial son la depresión, el trastorno de estrés post-traumático, el trastorno adaptativo o los duelos complicados.

Atención psicológica en la infancia.

Al igual que los adultos, los niños y adolescentes también sufren reacciones psicológicas que deben recibir un tratamiento adecuado a la edad del menor y sus circunstancias.

Las situaciones que han tenido que vivir algunos de estos niños son muy impactantes a nivel emocional. Suelen desencadenar sensaciones de inseguridad y temor extremo a revivir lo ocurrido.

En niños de 0 a 12 años es habitual que aparezcan conductas regresivas como la enuresis o terrores nocturnos. En los niños más mayores y con más nivel de comprensión pueden surgir emociones como la ira, la culpa o el miedo al fracaso.

Cuando se producen pérdidas personales o materiales los niños experimentan reacciones psicológicas al igual que los adultos, pero su falta de entendimiento de la situación puede hacer que estas se intensifiquen y vayan del miedo al enfado, la tristeza o la sensación de culpa. Es un proceso normal por el que pasan la mayoría de los niños y adolescentes refugiados. La seguridad personal, familiar y las redes de apoyo social se ven comprometidas y es normal que surjan muchas preguntas que deben ser respondidas atendiendo a la edad y capacidades del niño.

La familia tiene un papel muy importante dentro del proceso adaptativo. Los padres constituyen la red de apoyo más cercana que tiene el niño y por eso es esencial fomentar las interacciones positivas entre padres e hijos, transmitir a los progenitores la necesidad de sus hijos de sentirse seguros y protegidos, y establecer unas rutinas que favorezcan la adaptación progresiva a la nueva situación.

El juego puede funcionar como herramienta terapéutica en el caso de los niños más pequeños ya que es un canal para la expresión de sus emociones. Además, fomenta la interacción y las relaciones sociales con otros niños de la misma edad.

Casos que pueden necesitar atención especializada.

Las reacciones anteriormente descritas son normales en niños que viven experiencias tan traumáticas como una guerra. Sin embargo, si se perpetúan en el tiempo o afectan a la vida diaria del menor y a las relaciones con su entorno, puede ser necesaria la intervención de un psicoterapeuta infantil.

Algunas señales que debemos observar:

  • Conducta depresiva la mayor parte del tiempo.
  • Reacciones frecuentes de rebeldía.
  • Trastornos de la conducta alimentaria.
  • Aislamiento social y familiar durante periodos prolongados.
  • Desconexión de la realidad, miedos irracionales e intensos.
  • Dificultad para conciliar el sueño y pesadillas recurrentes.

Las medidas de intervención social. El trabajo educativo y comunitario.

Los organismos públicos, las asociaciones de protección a las personas inmigrantes y los movimientos ciudadanos, deben trabajar con el objetivo común de promover la justicia social y crear las condiciones necesarias para una inmigración segura y digna.

Medidas a nivel comunitario y vecinal:

  • Acoger a los inmigrantes en las comunidades apoyándolos en su proceso de adaptación.
  • Apoyar a las poblaciones desplazadas ayudándoles a preservar su legado cultural.
  • Fomentar el intercambio cultural, entendiendo la diversidad como una riqueza de los barrios.

Servicios públicos:

  • Facilitar el acceso a los servicios públicos, especialmente a la Sanidad y la Educación.
  • Ofrecer información adecuada, superando las barreras del idioma.
  • Fomentar el voluntariado y formarlo en habilidades para el trabajo con personas desplazadas.
  • En el ámbito educativo, impulsar las iniciativas de tipo inclusivo con el alumnado en situación de vulnerabilidad.

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